Excitado ante la llegada de Gauguin a Arlés, con quien ideaba iniciar una sociedad de artistas en la que se compartirían gastos e ideas, Van Gogh pintó la archiconocida serie de Los Girasoles. A priori no había detrás del proyecto otro fin que el decorativo, el mismo que nos mueve a nosotros a cultivarlo en el jardín Bitte.
El girasol es una flor de verano, adicta al sol y al calor. Una flor, como los pintados por Van Gogh, portadora de cierto dramatismo mas colorista y vital. Cuando se piensa en girasoles se suele pensar en amarillo, pero también los hay de pétalos naranjas, marrones, rojos y multicolor.
Llegó de América del Sur sin asomo alguno de divismo. El girasol es una flor que se adapta bien a cualquier suelo. Solo pide algo de agua, maceta profunda justamente abonada y mucho calor.
Privada de aroma, su fuerza está en su vistosidad. Colorea la Provenza y acompaña por la estoica aventura de adentrarse en verano en la campiña sevillana.
Si se van cortando las flores marchitas y no les falta el sol, vuestro jardín recibirá el otoño con tersas flores, las mismas que Gauguin encontró a su llegada a Arlés y las que un día, hasta que llegaron Los Lirios, fueron las flores más caras conocidas. Por uno de los cuadros de la mencionada serie en subasta en Christie's London se pagaron casi 40 millones de dólares, expuesto actualmente en el Museo de Arte Moderno de Tokio.
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